Hay «apóstoles» y Apóstoles

Escribe: Ps. BernardoCampos
De cara a la realidad social yo distinguiría al menos dos tendencias en el Ministerio Apostólico y Profético (MAP)
• Una vertiente más afín a la Teología de la Prosperidad que es la que critican Amat y Cavalcanti; y
• Otra, más liberadora y cercana a una Teología de la Shalom, que es la que nosotros identificamos en la Red IMPACT PERÚ.
En consecuencia, dos esquemas y actitudes pastorales se debaten en el interno del MAP.
• Una que busca el empowerment (empoderamiento) la “vida de reyes” sobre la base de una “filosofía de la dignidad” y una “teología regia”.
• La otra, que busca recuperar la antigua tradición apostólica de la pobreza y la renuncia, del silencio y del perfil bajo.
• Una que busca privilegios como legítimo derecho del “Hijo de un Rey” (Ser cabeza y no cola, buen sueldo pastoral, buenos hoteles, relaciones con autoridades públicas, viajes interna-cionales en first class, y cuanto derecho o privilegio se maneje en la sociedad).
• La otra, busca ser como el “Hijo del Hombre” que no tiene donde recostar su cabeza. Su destino es el martirio como los primeros apóstoles. Su privilegio es ser como su Maestro. Su corona es el servicio.
• Una busca capturar el poder político y gobernar teocráticamente sobre los infieles.
• La otra busca participar en la sociedad civil en armonía con otras instituciones como signo y anticipo del Reino.
• Una señala que la venida del Señor o ya se ha dado o bien se ha aplazado (escatología victoriosa) o no se dará de verdad.
• La otra, pacientemente espera la Venida del Mesías y sueña con el juicio final y el reinado definitivo del Señor (escatología en la dialéctica del “ya” pero todavía no”)
Por ser un movimiento el MAP por sí mismo no puede tener una teo-logía única. Es el producto de muchas teologías en pugna, de corrien-tes y tendencias, de actitudes y comportamientos muy diversos y hasta divergentes.
Verdaderos y falsos apóstoles
Si el MAP aspira a identificarse con los primigenios movimientos apostólicos, debe ser capaz de reconocer y no ocultar que en su seno se albergan verdaderos y falsos apóstoles. Verdaderos y falsos profe-tas, asi como verdaderos y falsos pastores y maestros. Trigo y Cizaña creciendo juntos.
Los detractores del MAP deben ser honestos para no desmerecer un movimiento de espiritualidad por culpa de unos cuantos detractores y corruptores del evangelio, que dicen ser apóstoles, pero no lo son. Ya desde antiguo, como hemos visto, los padres se esforzaron por deslin-dar con los herejes y también contra impiedad. La decisión de quien sea “hereje” y quien no, no recae absolutamente sobre la iglesia como organismo rector, como si ella misma fuera un canon. Reposa sobre la fidelidad a Jesucristo y a Las Escrituras como criterio de discerni-miento. La verdad útima se deslindará en el juicio final, pero entre tanto tenemos la Biblia como criterio de verificación de la verdad.
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El Programa apostólico a las Naciones
No cabe duda que el programa apostólico ha sido marcado por el pro-grama mesiánico en Luc 4:18-21 y el Sermón del Monte en Mateo 5-7; 28, entre otros. ¿Qué significa de última la tarea apostólica de disci-pular a las naciones, de conducirlas a los pies de Cristo enseñándoles todo lo que El nos ha enseñado? ¿Pasará la manifestación del Reino por la instauración de una Teocracia como reconstrucción del antiguo Israel? ¿Qué implica construir una “Cultura del Reino” en un contex-to neoliberal y el influjo de un espíritu de capitalismo “democrático”? ¿Cuál es finalmente el juicio de la historia sobre el aporte del cristia-nismo al mundo entero, en más de dos mil años de presencia? ¿Qué significa estar ungido para anunciar buenas noticias a los pobres, sa-nar sus corazones, anunciar el año del Jubileo, pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos y poner en libertad a los oprimidos en una época de mundialización?
Naturalmente son preguntas gruesas y su respuesta escapa a las limitaciones de este artículo
En mi modesta opinión y, a la luz del evangelio, lo que se le impone a un apóstol es el servicio y no el poder. “Los gobernantes (políticos) se enseñorean sobre las naciones, pero entre vosotros no será así” Esto es categórico y contundente. El “entre vosotros no será así” es lapidario para un ministro que se afana por un cargo político. Para nada nos oponemos a que cristianos capaces y profesionales con una buena ética de reino, aspiren a ocupar cargos públicos, siempre en perspectiva de servicio a su nación. Pero me cuesta aceptar un cambio en el eje central del ministerio y mucho más del ministerio apostólico. Creo que un apóstol o cualquier otro ministro del Evangelio, podría aspirar ser un buen asesor espiritual de un gobernante o de un político, pero no reemplazar o cambiar su investidura ministerial por un puesto en las estructuras de Gobierno.
Para influir en la sociedad no es necesario ser congresista (senador o diputado) o ser presidente del país. Para presidir a cabalidad un país no basta con ser creyente, hay que tener una trayectoriarespetable, un programa político como proyecto nacional. El púlpito, es suficiente y poderoso para influir homiléticamente sobre la Nación. Somos “ministros de la Palabra” y por nuestras palabras –en la que se hace carne la Palabra de Dios (aspecto teologal de la predicación) podemos cambiar vidas, enmendar destinos, promover cambios sociales, criticar el pecado, ser conciencia de la nación, defender al pobre y menesteroso, a la viuda y al huérfano, a los excluidos de la sociedad.
Lo que ocurre, y esto lo digo autocríticamente, es que tenemos poco o nada que decirle a la Nación. Estoy seguro que si lo tuviéramos, la prensa entera vendría a nuestras iglesias, colocarían sus micrófonos en nuestros púlpitos, nos perseguiría para entrevistarnos, y no sólo haríamos noticia, sino que generaríamos corrientes de opinión que incidirían decisivamente sobre la vida de nuestros pueblos. Eso implica preparación, dedicación, profesionalidad y ética en el ministerio y unidad. Capacidad de renuncia a beneficios propios y a reivindicaciones individualistas para nuestra confesionalidad o denominación religiosa.
Tal es a mi juicio la vocación profética que demanda el país. Tales “profetas mayores” debe buscar el MAP en su debido momento. El mundo requiere que se levanten profetas como Isaías, Jeremías, o como Daniel y Amós.
El MAP necesita pasar de la profecía personal a la profecía nacional y mundial. Creo que eso vendrá con el tiempo y con su madurez.
Para terminar, permítanme expresar mi opinión sobre cierta teocracia que tiene ribetes políticos y esconde afanes de poder al que no estamos llamados. Por lo general creo que no debemos buscarla, porque ya estamos en ella en términos macros. Cristo ya es el Rey y “reinará hasta que ponga a sus enemigos por estrados de sus pies”. Vivimos, espiritualmente, una teocracia, pues Dios gobierna, ha gobernado desde siempre y seguirá rigiendo sobre la Tierra. Eso en lo espiritual, pero en lo terreno vivimos bajo regímenes democráticos.
Si Dios hubiera querido que vivamos una teocracia política, en la que los sacerdotes gobernemos, hubiera preparado a sus apóstoles para la administración de la Polis y el arte del buen gobierno. Hubiera nacido en Roma, en el corazón del Imperio, y no en la humilde Jerusalén. Los bienaventurados del Sermón del Monte que heredarían la Tierra, no hubieran sido los mansos y humildes, sino los ricos y poderosos. No dice “Bienaventurados los que aspiran al poder político porque harán realidad el Reino” En cambio sí dice:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán sacia-dos, Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos; Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios…. Bienaventurados seréis cuando os inju-rien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mateo 5:3-12)